EUROPA
PRESS
7 mayo
2022
Una
dieta rica en proteínas y baja en grasas saturadas hace que los vasos
sanguíneos sean más flexibles
Un nuevo estudio presentado en el
Congreso Europeo sobre la Obesidad (ECO, por sus siglas en inglés), que se está
celebrando en Maastricht (Países Bajos), ha relacionado nutrientes clave, como
las proteínas, el zinc y el niacina, con mejoras en la salud del corazón.
Las mejoras en la salud metabólica y
cardiovascular observadas durante la pérdida de peso en personas con
obesidad se atribuyen tradicionalmente a la propia pérdida de peso o a los
cambios que la acompañan en la glucosa, la presión arterial o las grasas en
sangre.
La posibilidad de que la composición de la propia dieta
también esté implicada no se ha estudiado en profundidad, aparte de las
proteínas, los hidratos de carbono y las grasas.
Los investigadores, del Centro Sagol para el Síndrome
Metabólico, del Instituto de Endocrinología, Metabolismo e Hipertensión, del
Centro Médico Tel Aviv-Sourasky y de la Facultad de Medicina Sackler de Tel
Aviv (Israel), se interesaron por saber si otros nutrientes podrían ser también
importantes.
Un total de 72 participantes con síndrome metabólico y
obesidad (55,5% hombres, edad media de 53 años) se inscribieron en un programa
intensivo de pérdida de peso de un año de duración. Éste incluía planes
personalizados de dieta y ejercicio y reuniones periódicas con un médico y un
dietista.
A los participantes, que tenían un IMC de 34,28 kg/m2 al
inicio del estudio, se les pidió que rellenaran un cuestionario dietético
detallado una semana antes de empezar la dieta y los planes de ejercicio y un
año después.
La rigidez de la pared arterial está relacionada con un
mayor riesgo de morbilidad y mortalidad cardiovascular, por lo que se utilizó
la flexibilidad de los vasos sanguíneos como indicador de la salud
cardiovascular.
Se tomaron tres medidas diferentes de la flexibilidad de los
vasos sanguíneos: la velocidad de la onda del pulso (VOP), el grosor de la
íntima media de la arteria carótida común (GIM) y la dilatación mediada por el
flujo (DMF).
Al cabo de un año, el IMC había descendido un 9,4 por ciento
y las tres medidas de flexibilidad de los vasos sanguíneos habían mejorado. La
DMF había mejorado un 47 por ciento de media, la VOP había mejorado un 13 por
ciento y el GIM había mejorado un 1 por ciento.
Las mejoras en la VOP se asociaron a la reducción de la
ingesta de calorías y grasas saturadas y al aumento de la ingesta de zinc.
El zinc desempeña un papel fundamental en la síntesis de
óxido nítrico en los vasos sanguíneos. El óxido nítrico ayuda a relajar los
músculos internos de los vasos sanguíneos, lo que hace que se ensanchen.
Las mejoras en el GIM se relacionaron con la reducción de la
ingesta de calorías y grasas saturadas y el aumento de proteínas. Las mejoras
en la DMF se relacionaron con el aumento de la ingesta de niacina (vitamina
B3). Se sabe que la niacina dilata los vasos sanguíneos, principalmente en la
parte superior del cuerpo.
"Descubrimos que los cambios en el consumo de
componentes alimentarios específicos estaban relacionados con una mejor
estructura y función vascular. Una dieta mediterránea, rica en proteínas
(productos lácteos magros, pescado, aves de corral y huevos), rica en verduras,
frutos secos, semillas y con un consumo moderado de frutas y cereales, puede
contribuir a mejorar la flexibilidad vascular, protegiendo así indirectamente
el sistema cardiovascular. Los alimentos ricos en zinc del plan dietético
fueron las semillas de girasol, las semillas de calabaza, los frutos secos y la
carne. La carne y el pescado aportaron niacina", explica la investigadora
principal, la doctora Brurya Tal.